domingo, 8 de abril de 2007

nega
ción, el viaje de alfonso sánchez-martínez escrito por jano sanmar.



El poema que abre el libro de Jano Sanmar parte con un texto (entre paréntesis) titulado no-sino, que dice:

“ver el cáliz casi vacío
cambiar el marco
no doblegar la puerta
borrar del cielo
la caída del pájaro de su nido”

Esto lo podemos leer como una enunciación del poeta en que inaugura su libro diciéndonos la negación es mi sino -¿que la negación es su destino es lo que nos está confesando?-. O, tal vez, más prosaicamente, este texto lo podríamos actualizar, con nuestra lectura, prescindiendo engañosamente de la trascendencia, y remitiéndonos sólo a la conjunción coordinante adversativa sino. Que sólo estaría cumpliendo la función gramatical de negar el primer elemento y afirmar el segundo. Cosa no menor en un poema que lleva en sí la responsabilidad de señalar y determinar las márgenes a través de las cuales se desplazará la voz que marcará las estancias, en la letra escrita, del sujeto lírico de este libro.

No se trata acá de fijar las convenciones propias del género y teorizar sobre poesía, sino de dar cuenta de la historia de un libro y su autor, de su yo poético, que parte, ya desde su título, negándose pero, a la vez, negando esta negación. Pero no anulándola, sino afirmándola en el sentido terapéutico de que uno siempre debe recordar que es capaz de olvidar, Alfonso. Un verdadero juego de espejos significando la negación y el silencio, el cuerpo y su reflejo, asomándose a lo largo y ancho de todo el libro y arrastrando tras de sí tanto las interdicciones como los deseos reprimidos de renunciar a todo. Es a través de este juego de avances y retrocesos que vamos tomando noticia de la conciencia erosionada del sujeto del libro. Por eso que el hablante, según sus propias palabras y “retomando el rito de la tribu”, reniega de volver a nacer al negar matar a su madre. Reniega de volver a ser el que ha sido al negar cambiarse de nombre. Reniega de saldar sus cuentas con el mundo al negar saldar sus deudas cotidianas. En su periplo por la marginalidad deviene en Pollock, por momentos, exorcizando el paisaje con la sangre de una gallina degollada. Es Teseo, también, lejos de cualquier vellocino de oro, embarcado en la micro línea 20, en medio de “los humores que la falopa deja entrever”, entre escopetas hechizas y esta división de la muerte, de la cual ni siquiera un reconocido ícono occidental por su consecuencia sociopolítica se puede salvar. Por eso escribe: “de la veinte seguro chomski no sale ileso”.

Conciencia lúcida entre fantasmas y sumido en los pantanos de las barriadas, lejos de las búsquedas e hitos fundacionales de un Gilgamesh, con las nostalgias íntimas del Kalevala y la degradada proyección de su epicismo, en la conciencia fracturada de nuestras ciudades por el abismo existente entre los actos y las palabras. Por la no pertenencia a tribu alguna y la fragmentación de la identidad reducida a harapos. O sea, es el poeta que como el Loco de uno de los arcanos mayores, no sabiendo si permanecer al borde del acantilado, parece estar esperando la presencia de una mano bienhechora o, bien, el arrebato necesario para decidirse a saltar al vacío y morir para nacer en algo nuevo. De allí su escritura cuando escribe:

“no pertenecer me lleva a gritar en los acantilados
a caminar en puntillas
para no despertar los recuerdos...”

Luego, como una lluvia de balas en una mexicana, se vienen los aforismos como último recurso para convocar y escupir la coherencia y la permanencia de sus valores y afectos en el tiempo. Estas declaraciones son el último aliento, los pedazos que quedan del cuerpo y conciencia del sujeto de esta poesía. Como todos los aforismos, a la vez que son un juego de palabras, son sentencias breves que resumen, en este caso, el des-conocimiento, el des-concierto del poeta que no logra definir ni conjurar, como quisiera (a través de su poesía), los demonios y males que le aquejan. De allí que en uno de ellos podamos leer:


“por qué todas mis certezas terminan siendo preguntas”

Se cierra el libro con una sección denominada alturas y profundidad, enmarcada
dentro del verosímil de las crónicas o las cartas de los adelantados españoles que por primera vez miraban las montañas de los Andes y el desierto de Atacama. El paisaje que ellos contaron en sus relaciones de estas tierras oscilaban entre la transparencia de sus prejuicios y la opacidad de su asombro. Extrañamente en estos días, pero en otra forma, el poeta arrastra a estos espacios descontaminados todas las fracturas que probablemente se haya hecho al saltar al vacío y tomar la opción de una vida nueva. Una vez más prevalece la fugacidad inexorable de las cosas: una vez más no hay nada nuevo bajo el sol.

Yo, como su lector y amigo, sólo espero que un poeta como Alfonso Sánchez siga trastocando su vida en poesía y viceversa. Ella, como una de las expresiones más ricas y conmovedoras de la escritura de su generación, seguirá siendo para mí la señal de que respira y aún sigue en el camino. Y por eso estoy con su consecuencia estética e histórica cuando escribe:

“reinventarse es tan iluso como redimirse, sólo queda negarse”


Nicolas Miquea Cañas

San Joaquín, verano del 2007.
























Como está pendiente de mi parte algunas explicaciones y opiniones sobre tu libro, mi reacción, etc. te diré lo siguiente:


“Negación” me parece muy valioso como propuesta, pero siendo tu primer libro no sé si da cuenta suficiente de lo que tú eres y de tu horizonte literario. Me parece que “de la roca al fuego” era más sólido y unitario en ese sentido. Negación es un poco más disperso, lo que no quita que tenga un gran logro: instala una temática, abre un camino por donde deberás transitar, pero sé cuidadoso con los caminos que abres porque a veces en la mitad uno se quiere cambiar de vía y pena haber avanzado mucho en tal o cual dirección. Seré más concreto: el discurso de negación es lo híbrido, va de gilgamesh a valdivia, de una crónica emotiva urbana a babilonia, del norte grande a la muerte, del eros al saudade, dialoga con la poesía actual en un ánimo declarativo, generacional, muy contingente y luego vuela de nuevo a uruk, en fin: es brutalmente posmoderno. En eso radica su riesgo, se instala en un punto donde te afirmas y das el salto a la cumbre o te vas al abismo de una. No te conformes pensando en que esa dualidad es parte de la propuesta. En el fondo la bipolaridad y la hibridez viene a ser la fórmula imperante desde hace unos 20 años y que le hace mucho bien a la comodidad de la crítica estructuralista. El propio Germán se ha nutrido de eso. Bueno, siendo más directo, no sé si tú te das cuenta, pero hiciste un libro muy para los demás, para hacerte oír, es muy evidente eso, la desesperación del hablante (que yo sé que es el autor, pueden los demás no saberlo y eso sería ventaja para ti) por hacerse oír. Eso te implicó asumir los lenguajes y los ritmos degradados del habla y de una emotividad algo desnuda, que pudo ser más elaborada. Trato de pensar desde la primera lectura (créeme) en qué punto la emotividad violenta de Negación deja de ser parte de una construcción de mundo y se me aparece como una posible debilidad; probablemente mi problema es que conozco demasiado al autor y me hace ruido. Sin embargo ese “hacer ruido” está incorporado al discurso desde la primera página, desde la cita de rilke y sobre todo desde el primer texto con eso de “me cuesta hacer silencio, etc.” Entonces mis reservas no son contra sino a favor, desde el libro y con él. Parte de su mérito es justamente que plante al lector en esa tensión, el costado abierto, la anécdota personal que deriva en tragedia en una relación de particular a general o de micro a macro, como la tragedia griega. Ahí hay un punto que ya estaba en “de la roca...” y que es tu voz, es lo que mereces desarrollar porque en eso te desarrollas tú como individuo y no sólo como emisor: ese componente tan griego de autoerigirse en signo, de volverse símbolo de uno mismo, cuando el personaje deviene en esfinge, como el edipo que por una mala pata nos dejó por los milenios revolviendo una llaga en el lecho de yocasta, ¿me entiendes? Cuando digo “desarrollar como individuo” me refiero a que no olvides que la poesía, el arte, tiene sentido solamente si hace recobrar los sentidos perdidos, desarrollar la voluntad y la capacidad comprensiva, la lucidez en el fondo. De lo contrario nos volveríamos meros masturbadores del lenguaje..., como germán de nuevo (pobrecito, yo ni siquiera le tengo mala, me da más bien lástima en toda su fatuidad, con los millones de su fértil carrera que lo ha empobrecido tanto a él y en que no entendería ni pico de lo que te estoy hablando). Sigamos con Negación: la sección de aforismos me parece que no logra sostenerse sino sólo como un capricho, es un poco pretenciosa y de perogrullo. No te vayas a herir, sigo hablando a favor del libro. No es que le sobre: es que no le hacen falta, que no es lo mismo. Luego, los valores del libro serían ese toque como en sordina, esa melodía interna que se deja intuir en los textos, sobre todo en los más largos donde fondo y forma es uno solo. Te decía al principio que instala una temática pero no es tanto lo que dice sino cómo lo hace: lo hace a partir de una paradoja: hay un discurso del escepticismo y de la resistencia cultural y emocional que es en un desencanto a los sistemas de emisión, de información propios de la modernidad, pero esto no sería tan nuevo sino porque se hace con y gracias a los códigos de la modernidad. No deja de tener una tonalidad progresista, no es restauradora de un antiracionalismo como en las vanguardias (que son todavía las madres de todo lo sensato) sino que es consolidadora de sistema. Es un poquillo como en weste land de elliot: tiene más perplejidad que reacción, es monológico y tautológico. Pero claro, en su ser negación también lo es de sí mismo. Es decir que esa paradoja tautológica podría ser su sello de coherencia. Como sea, es un libro de hoy y para hoy, quiere ser hermético pero no deja de ser extrovertido, quiere hablar hacia el pasado pero se torna testimonial y termina hablando del pasado, no con él ni hacia él, es el caso del “Nuevo canto L...” que podría marcar un itinerario para un nuevo libro donde la propuesta sea consolidar la resistencia antimoderna desde una trascendencia de lo temporal y lo doméstico, ya que en esta primera entrega se jugó el camino de vuelta antes que el de ida. Con todo, me parece que la sección más poderosamente enunciativa en su texto y en sus subtextos, sería la de alturas y profundidades, donde la cita de nietzche y el recorrido ambiental de los textos sitúan un tránsito, siempre terminan en el yo, en el hablante, es decir, siempre logra ir de afuera hacia adentro y convierte el paisaje en un símbolo o reflejo de una experiencia emotiva, luego también funciona viceversa, de adentro hacia afuera. Podría ser el nudo del libro o el trazo perfecto. En fin... ya está dicho.

Leonidas Rubio

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